
El profesor e investigador del Máster en Comunicación Transmedia de la Universidad Internacional de La Rioja, Pavel Sidorenko, ha observado un fenómeno preocupante en la sociedad actual: ante cualquier incidente relevante, la primera reacción de la mayoría es utilizar su teléfono móvil para capturar y compartir lo que sucede.
En una reciente entrevista con Europa Press, Sidorenko analizó cómo el contenido violento o trágico se ha convertido en algo común en nuestras redes sociales, generando una serie de inquietudes sobre nuestra cultura informativa.
El experto destacó que vivimos en una era donde la figura del “prosumidor” está profundamente integrada en nuestro comportamiento. La gente no solo consume contenido de Internet, sino que también se siente impulsada a generarlo en tiempo real, lo que cambia por completo la dinámica de la información.
Sidorenko advirtió que esta tendencia se agrava con la amplificación algorítmica, que incentiva a las personas a actuar como creadores de contenido. Este cambio de mentalidad ha llevado a que, en situaciones de emergencia, la reacción inmediata no sea ayudar, sino grabar y difundir imágenes sin ningún tipo de filtrado o contexto adecuado.
En tiempos pasados, los medios de comunicación actuaban como un filtro importante, con la responsabilidad de contextualizar imágenes y sucesos impactantes antes de que fueran expuestos a grandes audiencias. Sin embargo, en la actualidad, cualquiera con un dispositivo móvil puede compartir un evento en vivo, a menudo sin la comprensión necesaria para transmitirlo de manera adecuada.
El académico subrayó que hoy en día, muchas de estas grabaciones dramáticas se publican impulsadas por un deseo de relevancia personal, a veces sin que quienes las comparten tengan la intención de convertirse en influencers. Este fenómeno refleja una cultura digital que valora la creación constante de contenido en respuesta a lo que consumimos.
Por otra parte, Sidorenko identificó un aspecto intrínseco del ser humano: el morbo. Illustró este punto al mencionar cómo, al ver un accidente en la carretera, la gente se detiene para mirar, a pesar de la naturaleza perturbadora de la escena. Esta curiosidad insana, afirmó, está arraigada en nuestra biología.
A su juicio, este interés por el morbo es explotado por diversas plataformas, donde incluso se monetiza el sufrimiento y la humillación. Ejemplos de esto incluyen plataformas como Kick, donde se recompensa a quienes participan en actos de autolesión o humillación, fomentando así un ciclo perjudicial.
El investigador dejó claro que los algoritmos premian el contenido que genera más engagement, lo que beneficia a las plataformas. Cuanto más tiempo permanezca una persona en una aplicación, mayor será la exposición que reciban esos contenidos, perpetuando así el ciclo de morbo y tragedia.
Al hablar sobre posibles soluciones para contener la proliferación de este tipo de contenido, Sidorenko resaltó la existencia de marcos legales tanto a nivel comunitario como nacional, pero reconoció que el problema es multifacético. Utilizar algoritmos como árbitros de contenido, similar a lo que sucede en TikTok, podría dar lugar a censura inadecuada, ya que las inteligencias artificiales carecen de la capacidad de interpretar matices y contextos complejos.
Por lo tanto, sugirió que la solución ideal residiría en una combinación de juicio humano y tecnología. Un primer filtro algorítmico respaldado por una supervisión humana podría ser el enfoque más adecuado para abordar esta complejidad informativa.
En conclusión, Sidorenko enfatizó que existe una interacción constante entre el comportamiento humano, los avances tecnológicos y las regulaciones gubernamentales, generando un delicado equilibrio que requiere atención y reflexión en nuestra sociedad.
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