
LOGROÑO, 18 de abril.
Esta mañana, la localidad riojana de San Vicente de la Sonsierra ha sido escenario de un conmovedor rito que atrae a numerosos fieles: la tradicional 'Procesión del Vía Crucis'. En este año, seis hombres conocidos como 'picaos' han decidido llevar a cabo su flagelación, una práctica que remonta sus raíces al siglo XVI y que se ha convertido en un pilar de la Semana Santa en la región.
La identidad de estos sacrificados no ha sido revelada, ni han compartido los motivos que los han llevado a realizar esta intensa penitencia. En el día anterior, durante la 'Procesión de la Santa Cena', un grupo más amplio, compuesto por doce 'picaos', también cumplió con este devoto acto. Además, cinco penitentes se sometieron a la práctica en el marco de la 'Hora Santa'. Este rito se repetirá esta tarde a las 20:30 horas, en la Procesión del Santo Entierro, donde se espera ver a más participantes.
Según la tradición, los nombres de los 'picaos' son un misterio hasta el comienzo de la procesión. Para poder asumir este papel, deben ser varones mayores de edad y contar con un permiso de su párroco, que certifique su fe cristiana y el sinceridad de sus motivos.
Cada 'picao' es acompañado por un hermano de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, quien actúa como guía y protector durante la dura penitencia. Dando cumplimiento al rito, tras arrodillarse para orar ante el 'paso', los penitentes se levantan y su acompañante les quita la capa y les abre la parte posterior de su hábito.
Armados con un algodoncillo, los devotos comienzan a golpearse la espalda de forma controlada, conformando una experiencia intensa que varía entre 800 y 1,000 golpes. La decisión de cuándo se administran los tres puntazos finales es tomada por el acompañante, que intenta hacer brotar una pequeña cantidad de sangre, causante de una leve incomodidad, pero nunca de un sufrimiento excesivo. Tras esta fase, cada 'picao' prosigue con su flagelación por 15 o 20 golpes más.
El utensilio empleado en este singular castigo se conoce como "esponja", que consiste en una bola de cera con cristales, asegurando que cada penitente reciba 12 pinchazos a lo largo de su ritual.
Una vez finalizada la penitencia, el 'picao' y su acompañante regresan a la cofradía, donde este último se encarga con delicadeza de curar las heridas menores con agua de romero.
Este rito de Semana Santa no solo se limita a estos días sagrados, sino que se repite en otras seis ocasiones: en la 'Cruz de Mayo' el 3 de mayo y en la festividad de Septiembre el 14, marcando así un compromiso con sus tradiciones ancestrales.
En 2005, las procesiones de 'Los Picaos' fueron declaradas de Interés Turístico Nacional, y en 2016, se les otorgó el estatus de Bien de Interés Cultural de carácter Inmaterial (BIC).
Los 'Disciplinantes' de San Vicente de la Sonsierra tienen un rol significativo dentro de la cultura religiosa de España, ya que esta práctica ha perdurado en el tiempo, aunque se ha vuelto más escasa desde el siglo XVIII.
A pesar de que la historia exacta de esta tradición no está documentada, se sabe que en 1551 la Cofradía de la Veracruz presentó sus estatutos al Vicario General del Obispado, con el propósito de regular sus prácticas. Esto sugiere que esta ceremonia tiene raíces que se extienden mucho más atrás en el tiempo.
Las mujeres, que en el siglo XVI formaron parte de la cofradía, fueron excluidas de ella, pero desde 1998 han vuelto a ser integrantes de esta hermandad, llevando a cabo su penitencia en la forma tradicional asignada a las 'Marías'.
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