Crónica La Rioja.

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El siglo XIX en Logroño: 118 mujeres en la prostitución y 12 mancebías documentadas, revelan investigadores de la UR.

El siglo XIX en Logroño: 118 mujeres en la prostitución y 12 mancebías documentadas, revelan investigadores de la UR.

LOGROÑO, 25 de noviembre.

En el siglo XIX, Logroño albergaba al menos a 118 mujeres que se dedicaban a la prostitución, según el registro de inspección vigente en esa época. Estas mujeres ejercían mayormente en una docena de mancebías, que se concentraban especialmente en el barrio de La Villanueva, conocido como uno de los sectores más desaventajados de la ciudad.

Estos datos han sido revelados por Javier Zúñiga Crespo y Marina Segovia Vara en su investigación titulada 'La mujer lleva en su ignorancia el germen de su perdición'. Este estudio se centra en la prostitución pública y los principios higienistas en Logroño durante el siglo XIX, publicación que ha sido divulgada en la revista 'El futuro del pasado', de la Universidad de Salamanca, la cual posee un prestigio de alto impacto en el ámbito académico.

La investigación hace eco de un memorial presentado en 1890 por el médico higienista Donato Fernández al Servicio de Higiene Especial del Hospital Civil de Logroño. El objetivo del artículo es explorar las normativas impuestas por las autoridades para controlar el espacio público, así como la reubicación de las mancebías a las afueras de la ciudad. En este contexto, se examina también la recepción de los discursos higiénicos destinados a disminuir la propagación de enfermedades venéreas.

El memorial de Donato Fernández refleja una perspectiva influenciada por el conservadurismo católico, que contrasta la compasión por las prostitutas, a las que consideraba víctimas de circunstancias adversas, con un sentimiento de aversión al comercio sexual. Paradójicamente, también reivindicaba la maternidad como un destino biológico ineludible para la mujer, mientras justificaba el acceso a los cuerpos de estas “mujeres públicas” o “caídas”.

Así, la moral de la época legitimó la regulación de la prostitución con la idea de que las mancebías representaban un alivio para hombres de diversas clases sociales, actuando como un mecanismo para controlar la violencia urbana, evitar excesos sexuales en el espacio público y asegurar la paz familiar.

La situación en España cambió a raíz de la publicación en 1847 del Reglamento para la represión de los excesos de la prostitución en Madrid, que puso fin a un breve periodo abolicionista promovido por las políticas de Felipe IV. Posteriormente, en 1889, se estableció el Reglamento de Higiene.

La implementación de estos reglamentos, que exigían a las prostitutas registrarse, portar una cartilla y someterse a inspecciones médicas semanales, estigmatizó a estas mujeres dentro de sus propias comunidades y dificultó su desvinculación de la prostitución. Previó que esta actividad, que en tiempos de escasez económica podría haberse presentado como una opción transitoria para mujeres de la clase trabajadora, se convertía en un destino casi sin salida.

Este marco normativo fortaleció la figura de las amas o madres de mancebía, al otorgarles mayor autoridad y trazó una línea divisoria entre los tipos de mancebías: aquellas que eran casas públicas con internas y las casas de citas, que funcionaban de forma clandestina.

Logroño contaba con una docena de mancebías registradas, la mayoría ubicadas en el barrio de La Villanueva, donde la pobreza acentuaba la baja en los alquileres y hacía que las quejas vecinales tuvieran poca repercusión en la acción de las autoridades.

La proximidad de estas mancebías al cuartel de caballería y a un correccional generaba una clientela habitual. Además, la estrechez de sus calles, como la calle del Ochavo, que sigue siendo la más angosta de la ciudad, ayudaba a mantener un perfil bajo en este tipo de comercio, como mencionan los investigadores.

De acuerdo a los registros de Donato Fernández, las 118 mujeres se dividían en dos grupos: 80 ejercían la prostitución debido a su precaria situación económica y 38 eran consideradas mujeres caídas, “víctimas del engaño, la miseria y la ignorancia”, según los estándares de la época.

De las mencionadas 118 mujeres, solo 18 sabían leer y escribir, mientras que el resto era analfabeta. Sin embargo, este registro solo incluye a aquellas que estaban bajo vigilancia, dejando fuera a las que operaban al margen de las normas; mientras tanto, Logroño contaba con una población de 15,567 habitantes.

Las mujeres registradas tenían que lidiar, por un lado, con un “entorno violento y hostil que las inducía a aceptar situaciones abusivas a cambio de protección” y, por otro, con el estricto control del Negociado de Higiene, que incluía a un funcionario para tareas administrativas, un médico higienista, un inspector y otros oficiales necesarios, cuyas remuneraciones eran cubiertas a través de tasas impuestas a las mancebías.

Acerca del perfil de las mujeres dedicadas a la prostitución, el 59% tenía entre 20 y 30 años de edad. Sin embargo, se observó una alarmante cifra de hasta un 38% de jóvenes de entre 15 y 20 años, mientras que solo un 3% superaba los 30 años. La esperanza de vida a finales del siglo XIX se situaba en solo 35 años.

De las 118 mujeres registradas, un abrumador 91% se encontraba soltera, en contraste con un 6% casadas y un 3% viudas. Solo el 27.2% era originaria de Logroño, ya que era común que estas mujeres se trasladaran de otras localidades para evitar ser reconocidas; muchas provenían de Madrid, Zaragoza, Bilbao, Pamplona y Burgos.

Aunque la normativa imponía severas restricciones a las mujeres que ejercían la prostitución, garantizaba la discreción de los clientes masculinos, quienes no estaban obligados a someterse a ninguna revisión médica, independientemente de su estado de salud.

El estudio de Zúñiga Crespo y Segovia Vara incluye numerosas referencias a incidentes, la mayoría reflejando agresiones de hombres hacia las mujeres de las mancebías, ya sean amas o pupilas.

Particularmente en la calle del Horno, se registraron dos asesinatos en ese tiempo. En 1897, ocurrió el de Jenara López Santamaría, a manos de Santiago Robles tras una disputa, aunque el juicio concluyó con su absolución. En 1902, se perpetró el asesinato de Juliana López Hernández, asesinada por Pedro Íñigo Moreno en la mancebía que lideraba Vicenta Tobías, conocida como La Garbancera.

También se dieron incidentes de agresiones entre hombres, como el asesinato de Emilio Luis González en 1893 a manos de Manuel Larrauri Martínez en la calle Los Baños, así como conflictos entre mujeres, como el ataque de Jenara López a su ama en 1897, cinco años antes de su asesinato.

A pesar de las adversidades, el hecho de que muchas de estas mujeres provinieran de otras provincias y se encontraran lejos de sus entornos familiares favoreció la formación de redes de apoyo y solidaridad entre ellas, lo que les brindó un cierto grado de fortaleza colectiva frente a las duras realidades que debían afrontar.