Crónica La Rioja.

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El consumo de alcohol entre jóvenes disminuye, pero aumenta en quienes sufren estrés o soledad.

El consumo de alcohol entre jóvenes disminuye, pero aumenta en quienes sufren estrés o soledad.

LOGROÑO, 20 de julio.

Un reciente estudio ha revelado que la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 y las consiguientes restricciones han llevado a una disminución del consumo excesivo de alcohol entre los jóvenes de 12 a 25 años. Sin embargo, se destaca que en algunos casos esta práctica ha aumentado, correlacionada con factores como el estrés, la soledad y la escasez de apoyo emocional.

La investigación fue liderada por la profesora Elena Andrade Gómez, de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de La Rioja, en colaboración con expertos de Osakidetza-Servicio Vasco de Salud y de la Universidad de Sevilla. Los hallazgos fueron publicados en la revista 'Journal of Clinical Medicine'.

La pandemia ha dejado una huella significativa en las costumbres de nuestra juventud, afectando especialmente la forma en que consumen alcohol. Para definir el "binge drinking", se considera el acto de ingerir grandes cantidades de alcohol en poco tiempo, estableciendo como referencia cinco bebidas en hombres y cuatro en mujeres en una sola ocasión.

Los efectos negativos de esta práctica pueden ser devastadores en el largo plazo, incluyendo riesgos de accidentes automovilísticos, violencia, problemas de salud mental, así como consecuencias académicas y laborales desfavorables. A corto plazo, el consumo excesivo puede resultar en intoxicaciones graves y episodios de pérdida de memoria.

El estudio, realizado por un equipo de especialistas, revisó literatura científica de diversos países, incluyendo Estados Unidos, Alemania, y España, entre otros, abarcando investigaciones desde enero de 2020 hasta septiembre de 2024. Mientras que algunos estudios indican un incremento en el binge drinking, la mayoría concluye que el consumo ha ido en descenso durante este periodo.

Los resultados sugieren que diversos factores actuaron como barreras contra el consumo excesivo, tales como el miedo al contagio, la adherencia a las normativas sanitarias y el acceso a un sólido apoyo emocional. Además, los jóvenes que estudian áreas relacionadas con la salud suelen ser más conscientes de los peligros asociados al consumo de alcohol, lo que se traduce en una menor tendencia a esta práctica.

No obstante, este patrón de comportamiento no fue uniforme; algunos estudios señalaron un aumento en el abuso del alcohol. Factores como el aislamiento social, la falta de interacción emocional y la incertidumbre respecto al futuro se identificaron como determinantes cruciales para que ciertos adolescentes se refugiaron en el consumo de alcohol. Aquellos con antecedentes de consumo, así como quienes experimentaban síntomas de ansiedad o depresión, fueron especialmente vulnerables.

La convivencia en soledad o con grupos de amigos, la ausencia de actividades recreativas bien estructuradas y la falta de supervisión familiar son situaciones que se vinculan con un mayor riesgo de abuso de alcohol. En contraste, los jóvenes que mantuvieron relaciones familiares estables y se adaptaron a rutinas académicas demostraron menos tendencias hacia el consumo de riesgo.

La investigación también puntualiza que los resultados varían al analizar el consumo por sexos. Algunos estudios sugieren que las jóvenes tienden a aumentar su consumo debido a niveles más altos de estrés emocional, mientras que otros indican que los hombres presentan una mayor propensión, atribuida a factores culturales y sociales.

Los investigadores concluyen que entender estos comportamientos requiere tener en cuenta el contexto social y emocional en el que se encuentran los jóvenes. Por ello, enfatizan la necesidad de implementar estrategias de prevención y detección temprana enfocadas en adolescentes y jóvenes en situaciones de vulnerabilidad.

Asimismo, abogan por que las intervenciones deben ser personalizadas y no estándar, considerando el entorno de cada individuo, su bienestar mental y sus hábitos previos. Adoptando un enfoque integral, se aspira a fomentar comportamientos saludables y a mitigar los riesgos relacionados con el consumo de alcohol entre la juventud, tanto en épocas de crisis como en tiempos de estabilidad.