En la historia de La Rioja y de toda la región de Navarra, Sancho Garcés I es recordado como un rey valiente y astuto que logró consolidar el Reino de Pamplona en un momento de gran incertidumbre y conflicto. Su reinado, que abarcó desde el año 905 hasta el 925, fue crucial para la estabilidad y el crecimiento de este territorio en la Alta Edad Media.
Sancho Garcés I nació en el año 860 en Pamplona, siendo hijo de García Jiménez, el rey de Pamplona en ese momento. Desde joven, Sancho demostró gran capacidad militar y política, lo que le valió el reconocimiento de la nobleza y del pueblo. Tras la muerte de su padre, Sancho se convirtió en rey en el año 905, enfrentándose a numerosos desafíos para mantener la integridad del reino.
Uno de los principales desafíos que enfrentó Sancho Garcés I durante su reinado fue la constante presión de los territorios vecinos, especialmente del Reino de León y de los reinos musulmanes de al-Ándalus. Sin embargo, Sancho supo forjar alianzas con otros reinos cristianos del norte de la península, como el Reino de Asturias, para hacer frente a estas amenazas externas. Gracias a estas alianzas, Sancho logró mantener la independencia de Pamplona y expandir sus fronteras.
Uno de los mayores logros de Sancho Garcés I fue la consolidación del Reino de Pamplona como una entidad política y territorial fuerte y unida. A lo largo de su reinado, Sancho impulsó medidas para fortalecer la economía, la administración y la defensa del reino, lo que le permitió ganarse el respeto y la lealtad de sus súbditos. Además, Sancho promovió la construcción de iglesias y monasterios, contribuyendo a la cristianización y civilización de la región.
Sancho Garcés I falleció en el año 925, dejando un legado de estabilidad y prosperidad en el Reino de Pamplona. Su hijo, García Sánchez I, le sucedió en el trono, continuando la labor de consolidación y expansión del reino iniciada por su padre. La figura de Sancho Garcés I ha sido recordada a lo largo de los siglos como un ejemplo de valentía, liderazgo y visión política, y su reinado ha dejado una huella imborrable en la historia de La Rioja y de Navarra.